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LA LEYENDA DE LOS DOS BREZOS


LA LEYENDA DE LOS DOS BREZOS.
TEXTO: RAUL RODRIGUEZ PAGES

      Antonio Rodríguez López (S/C de La Palma 1836 – 1901) profesor, periodista, poeta y dramaturgo, entre las numerosas obras que de su pluma vieron la luz tiene tres leyendas que se desarrollan en su totalidad o en parte en el territorio de lo que hoy es el término municipal de El Paso. Estas son ¡Vacaguaré! (1863), Los dos brezos (1863) y Aysuraguán (1881).

      Los dos brezos llegaron a mí en una edición mecanografiada en cuartillas de medio folio, copiadas de algún original por el que fuera oficial del Ayuntamiento, don Pedro Hernández. La leyenda tradicional, de la mano de López y de la Olivetti municipal tecleada por don Pedro, comienza así:

          Era la media noche.
         Todo reposaba en calma.
      Un hombre de elevada estatura caminaba silencioso, acercándose por estrecho sendero a una cabaña.
       Nadie podría adivinar la tempestad que agitaba el corazón de aquel hombre… Sin embargo, se comprendía que algo pasaba en él, porque su corazón latía con tal violencia, que podría oírse su palpitación cuando caminaba, y luego se detenía su planta mirando en torno para cerciorarse de que marchaba solo.
      Llegó a la puerta de la cabaña; y entonces, obedeciendo sin duda al poderoso pensamiento que le absorbía, murmuró, llevando la mano a su ancho ceñidor, y sacando un puñal, cuya hoja relució al fulgor de las estrellas:
      -Es preciso que seas mía!

      Un crimen y una violación en las inmediaciones de la Cruz de Hermosilla, una viuda que trae al mundo dos gemelos y que vivirán en una cueva de aquellos parajes, una chica a la que atrapa la noche camino de Argual en esos temerosos lares, dos amores paralelos sobre una única doncella, un anciano atormentado y una maldición: el delito de los padres cae sobre los hijos… hasta la cuarta generación. La leyenda está servida.

      Los gemelos se llaman Fortunato y Cándido, el amor de ambos, Dolores, el padre, violador y asesino no tendrá nombre, es “el viejo”. Tampoco tiene nombre la anciana abuela de Dolores, pero si su hermano, Gabrielito y hasta una cabra de esta llamada Azahar.

      En la leyenda están los corujos y los miedos de Hermosilla y los cantares de Dolores para espantarlos, el tormento y arrepentimiento del viejo y el despecho de Fortunato contrastando con la felicidad de Dolores y Cándido.

      Los hermanos se enfrentan por una mujer y Cándido y Dolores determinan casarse en secreto y marchar lejos. Fortunato se entera y los seguirá: -¡Esta noche! Corréis tras la estrella del amor… tú lo has dicho, Dolores. ¡Mi sombra os seguirá para eclipsarla!

      Cándido y Dolores se casan en una ermita en una noche de tempestad, la luz de los relámpagos vencían la débil luz de las lámparas e iluminado por los rayos Cándido reconocería en el sacerdote al viejo que les visitaba en su cueva de Hermosilla. Los ya esposos salen de la ermita y emprenden la huida entre el bramido del viento y la luz de los relámpagos, perseguidos por un bulto de forma humana: Fortunato.

      Ya al otro lado de la cumbre los gemelos se enzarzan en feroz pelea y se atraviesan con sus respectivos cuchillos en mortal abrazo. Dolores enloquecería.

      Este es un resumen de la leyenda que recoge en una introducción, catorce capítulos y un epílogo uno de los máximos exponentes del tardío romanticismo palmero: Antonio Rodríguez López.